Roberto Lozano inquieta las conciencias con la película ‘Los ojos de la guerra’

El discurso de Lozano se construye con los testimonios de reporteros de guerra españoles.

roberto_lozano_bruna_los_ojos_de_la_guerra_12“He preferido dejar la película abierta”, explicó en el auditorio de Guía de Isora Roberto Lozano, el director de Los ojos de la guerra (97´ / 2011 / España), película que participa en el concurso nacional de la séptima edición de MiradasdDoc, que su autor presenta como “un alegato en defensa de los derechos humanos y de denuncia de su violación”.

El discurso de Lozano se construye a lo largo de más de hora y media a través de la vida, la mirada y los testimonios de reporteros de guerra españoles. A partir de la experiencia de periodistas que han cubierto guerras desde los años 60 hasta la actualidad, la película presenta varias líneas de reflexión sostenida por sus testimonios y argumentaciones: el cuestionamiento de la condición humana, que toma la voz principalmente de Arturo Pérez-Reverte, el funcionamiento del sistema internacional de comunicación y difusión de noticias, que cuestionan voces de la solvencia de Enrique Meneses, Rosa María Calaf y Olga Rodríguez.

Los ojos de la guerra pone especialmente su foco en el dilema moral de los reporteros de guerra, la tensión entre el testimonio y la participación, entre el dolor propio y el de las víctimas, en el que se tiene en cuenta la experiencia de periodistas del recorrido de Gervasio Sánchez y Ramón Lobo, junto a las vivencias y reflexiones de corresponsales españoles activos aún hoy en Afghanistán e Irak, como Mikel Ayestaran, Hernán Zin, David Beriaín y Sergio Caro.

David Beriaín tiene una visión muy clara: seguir a las víctimas es importante, pero también hay que cubrir las acciones de los victimarios, porque son ellos “los que mueven” la historia y “aunque con ello te ensucies”. Todos, sin embargo, coinciden en una idea que alienta su implicación en su intenso trabajo: la posibilidad de que las noticias que elaboran lleguen a la conciencia de las gentes que son la audiencia de los medios, unos medios que están intervenidos y limitados por las restricciones del sistema internacional de noticias.

Tantos condicionantes presionan a los corresponsales, pero dejar su trabajo en parte puede significar también dejar a las víctimas sin testigos de su sufrimiento. El aliento que sostiene este trabajo, dice Ramón Lobo, es el de esperar que las noticias sean como la piedra que se lanza al agua y provoca una serie sucesiva de ondas.

Para Gervasio Sánchez, también, es un compromiso con las víctimas que va más allá de la cobertura de los acontecimientos en el fragor de la dinámica de la historia. Sánchez retrocede sobre sus pasos de reportero y revisita la vida de las víctimas a las que ha retratado, para que sus vidas sigan siendo noticia.

Pero ¿es la guerra solo la acumulación de abusos lamentables?, ¿hasta qué punto la denuncia de masacres y atentados se ha convertido también en una mercancía informativa que participa en la guerra de audiencias, es decir, en la guerra para el mejor posicionamiento de una empresa en el mercado internacional de la información?, ¿qué ocurre con la noticia una vez que el reportero la ha lanzado?, ¿cuál es la relación entre periodistas y ciudadanía?, ¿permite el modelo actual de comunicación profundizar, analizar y explicar más allá de la acumulación de datos?

La cantidad de factores que intervienen en la cobertura informativa de la guerra son tantos y tan complejos que la película acaba convirtiéndose no solo en una propuesta para la reflexión, sino además una propuesta inquietante.

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