La Asociación de Carros de Chío La Triana, en colaboración con el Ayuntamiento de Guía de Isora, ha organizado un evento que comenzó ayer y que se prolongará hoy sábado 26 y el miércoles 30 de noviembre
La calle está cortada, los neumáticos apilados a los pies de las fachadas de las casas, el ventorrillo no para de servir carne fiesta y por los altavoces suenan éxitos de la salsa como Brujería, de El Gran Combo de Puerto Rico, o Pa’ Bravo Yo, de Justo Betancourt. Los vecinos y algún que otro turista curioso empiezan a concentrarse en los laterales de la vía dejando libre el pavimento para que niños y jóvenes, que están deseosos de poner a rodar sus carros hechos a mano, comiencen a deslizarse calle abajo.
Todo está listo para que comience una costumbre que, según la tradición oral, cuenta con más de 100 años de historia. Pero, de repente, deja de sonar la música y la alcaldesa isorana, Josefa Mesa, se dirige a los allí presentes micrófono en mano: “Tras dos años, al fin vamos a poder disfrutar de nuevo de los carros, pero no podíamos arrancar este año sin recordar a Rayco, una persona que, como todos saben, era y sigue siendo muy querida en el pueblo por su gran implicación con la comunidad y con esta tradición. Creemos que merece estar para siempre en el recuerdo de todas las personas, no solo de este pueblo, sino del municipio. Por eso hacemos este reconocimiento y agradecemos a su madre que esté aquí con nosotros”.
Acto seguido, dos jóvenes retiran la tela que la cubría y queda al descubierto la placa con la que a partir de ahora se recordará a Rayco en la calle que vio correr a cada uno de sus ingeniosos carros. La emoción de familiares y amigos se hace evidente y muchos vecinos se acercan para apreciar su rostro grabado en la placa.
Termina el homenaje y carros de diferentes tamaños, colores y formas –todos hechos a mano– hacen de la calle una auténtica pista de carrera. En la más cerrada de las curvas es donde se concentra la mayor cantidad de espectadores. A esa altura de la pendiente, los carros ya han cogido tanta velocidad que los derrapes se convierten casi en la única forma de girar.
La poca visibilidad en la curva hace que los espectadores se conviertan en una especie de semáforo humano. Los que ya se han lanzado esperan la señal para poder empezar a empujar el carro cuesta arriba y repetir la hazaña. Solo es el primero de los tres días en los que se celebra esta tradición.
Orígenes
Según cuenta la tradición oral esta celebración tiene ya más de 100 años. El 30 de noviembre, Día de San Andrés, en todas las casas del pueblo se asaban castañas y se invitaba a todo aquel que llegaba a probar el vino de la cosecha del año. Las parrandas de tocadores iban de casa en casa. También existía la tradición de deslizarse sobre tablas por las pendientes del pueblo, costumbre que, según se cree, trajeron vecinos de Icod de los Vinos que formaron sus familias en Chío.
En un primer momento, para facilitar el deslizamiento por las calles, las tablas o tablones eran lubricadas a base de cebo de cerdo u otros animales. Por aquellos pavimentos rugosos de las calles La Placeta, Rincón Caliente o la del Cementerio, se lanzaban niños y jóvenes, pero también los adultos. Algunos vecinos recuerdan tirarse también con bidones de plástico duro cortados por la mitad o incluso con trillos usados en las labores del campo.
Posteriormente, entre finales de los años 70 o principios de los 80 del siglo pasado, al asfaltarse las calles, las tablas fueron dejando paso a los carros con ruedas que se adaptaban mejor este tipo de terreno.